El mismo sistema genera la monstruosidad y allí también está el germen del mal humano. La historia humana también aparece como tragedia en sí misma al aplastar las vidas individuales de manera absurda y despiadada, su sentido sólo puede ser recogido en el horror ante una violencia que destruye la unicidad del cuerpo y la autodeterminación individual.
En la soledad mutua, en el encierro marítimo de dos desconocidos alrededor de un piano, en un barco, al interior de una ciudad y en la intimidad de una pareja transcurrirán las experiencias del desencuentro radical que podría ocurrir dentro de la psicosis fundamental que nos ataca frente a toda diferencia. El mal podría entenderse dentro de estas lógicas como un azar con el que el bien busca jugar. Todo extremo se cruza y lo totalmente contrario de un santo se transformará en la condición de su irresoluble maldad. El vengador, el justiciero o el profeta vendrían a habitar este infierno cotidiano que busca crear un mal para justificar algún exterminio de la diferencia. Este simulacro justiciero integra la bondad con la maldad, el odio con la felicidad, la belleza con el horror y lo humano con lo inhumano. Encontraremos en estas derivas cinemáticas el encuentro de una extrema belleza con el horror en una pesadilla que Zizek llamaría vida. 

Escrito por Jazmin Muñoz Gálvez y Andrés Amado